Crítica o estrategia

Decía Benedetti en uno de sus versos más famosos que, cuando menos en el amor, su táctica consistía en ser franco, con la esperanza de evitarse falsas ilusiones y así presentarse “sin telón, ni abismos”. En contrapartida, la estrategia, quizá por esencia más sagaz y artificiosa, consistía en irse instalando de poco en poco en el deseo y la convicción del otro. Hay entre las febriles líneas del uruguayo una correspondencia interesante con el agitado clima político que hoy se vive en la conversación pública en nuestro país, cada vez más influida por el proceso de sucesión presidencial previsto a celebrare a mediados de 2024. 

Así pues, ante la creciente exposición de quienes aspiran a obtener la candidatura de Morena para la presidencia de México, el desempeño en sus respectivos encargos se ha convertido, hoy más que nunca, en epicentro del escrutinio ciudadano, así como razón suficiente para justiciar el acecho incansable por parte de los medios de comunicación. En tal contexto, el análisis de sus aciertos y errores ha pasado a convertirse en una auténtica arena de disputa entre quienes simpatizan con las aspiraciones políticas de alguna de las “corcholatas” y quienes están decididos a impedir la continuidad del proyecto transformación que hoy rige.

En estas circunstancias, la opción de manifestar críticas razonables al ejercicio del poder, una tradición asumida históricamente por el pensamiento y los movimientos de izquierda, parece cada vez más susceptible a ser limitada ante el riesgo de que ésta sirva no a una revisión permanente y exhaustiva de las políticas implementadas sino a la exhibición de fracturas internas y el abastecimiento de argumentos para los sectores opositores, interesados solamente en recuperar sus privilegios mediante la prolongación de su rabiosa arremetida contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sin que en ello importe la manipulación de información estridente pero falsa. 

En el ambiente enturbiado que caracteriza el preámbulo del proceso electoral de 2023-2024, el ejercicio de la revisión crítica de los talentos y vicios que conforman, como ocurre con cualquier otro político(a) o persona funcionaria, el perfil del eventual candidato o candidata morenista se ve atravesado por los intereses, aspavientos y resquemores de dan forma a la coyuntura vigente. Esta situación nos obliga a evaluar la pertinencia de nuestros naturales ímpetus de denuncia y sospecha, acelerados todavía más ante el peso mediático de los acontecimientos, para comprender su lugar en el marco de una pugna que se debate ni más ni menos que los destinos de la nación. 

¿Esto significa que debemos evitar criticar y contener nuestra franqueza, nuestras desconfianzas, preocupaciones y disensos respecto al proceso electoral que se aproxima? No, de ninguna manera. La crítica es una pulsión indispensable de nuestro movimiento y de nuestras convicciones como ala transformadora. Sin embargo, como en el poema de Benedetti, debe ser claro que, al igual que en la conquista del amor, nuestro movimiento encontrará su consolidación sólo a través de una estrategia que vaya más allá de los impulsos contingentes, “más profunda y más simple”, que se haga de legitimidad a base de una comprensión integral de las problemáticas de nuestro presente y de la construcción de consensos para hacerles frente.

Precisamente por esto último es que considero que, en paralelo a la prudencia de nuestras críticas, debemos emprender, hacia el interior de nuestro movimiento, una sonora exigencia que apunte a hacer realidad más y mejores espacios de debate, encuentro e intercambio de ideas que permitan la confluencia de saberes y puntos de vista, y alienten la conformación de definiciones no desde el mandato vertical, sino desde una perspectiva dialéctica y autocrítica. Me parece que este tipo de espacios serán cada vez más necesarios conforme se acerque la jornada electoral y las simpatías políticas se expresen más apasionadamente

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