Lo que Smash puede enseñarle a México
La comunidad gamer en México está en ascuas. Tras varios meses de creciente expectación. este fin de semana su capital albergará el torneo de videojuegos de pelas más importante en Latinoamérica: Smash Factor X. Con más de mil competidores disputándose el triunfo en alguno de los ocho títulos contemplados en el programa, entre los que destaca Smash Bros. Ultimate y Street Fighter 6, el Pepsi Center será epicentro de algunos de los mejores desplantes de talento y estamina que se haya exhibido en estas series, así como de la ovación e imaginación de una comunidad decidida a abonar al prestigio internacional que ya detenta nuestro país en el mundo de los esports.
La realidad es que el asunto no es menor. En nuestro país, los videojuegos en general, y los juegos de pelea en particular, han figurado como un ámbito importante de los consumos culturales y espacios de construcción de comunidades para distintas generaciones. Desde las retas en los viejos arcade hasta las competencias online mediante dispositivos móviles, los juegos nos han permitido encontrarnos, desarrollar nuevas amistades, adquirir destrezas y habilidades, generar impulsos competitivos, explorar nuestra identidad e incluso obtener ingresos extra. Así, Street Fighter 2, Mortal Kombat 11, King of Fighters 2002, Smash Bros. Melee, Tekken 5 o Marvel vs. Capcom 3, son, para un amplio sector de la población, no sólo títulos de videojuegos sino redes de convivencia y complicidad sobre las que se han tejido algunos de los momentos más inolvidables.
México ha sido, además, territorio de formidables historias de éxito y perseverancia que se han convertido en ejemplo para millones de videojugadores alrededor del mundo. Basta recordar la historia de Armando Velázquez, conocido como Bala, a quien su pasión por la saga de King of Fighters lo hizo reinar en el juego en 2012, un año en donde logró vencer a maestros del juego procedentes de todas las naciones. O el caso de Leonardo López, conocido por la comunidad como MKLeo, que retuvo, de manera prácticamente indiscutible, el puesto del mejor jugador del mundo de Smash Ultimate por cuatro años consecutivos. A estas historias podemos agregar casos sobresalientes como los de Spargo, Kusanagi, ViolentKain o Frutsy.
Desafortunadamente, el enorme talento que germina en México en el terreno de los videojuegos o la vibrante comunidad que los impulsa, disfruta y se recrea en ellos aún no ha logrado obtener el acompañamiento necesario tanto del Estado como de la iniciativa privada para consolidarse no sólo como una actividad sana y redituable, sino como una palanca de desarrollo económico para el país. No obstante, debe reconocerse el importante paso dado por la Comisión Nacional del Deporte en 2019, cuando reconoció formalmente a los deportes electrónicos como una actividad profesional, en consonancia con la declaratoria de la 6ta Cumbre del Comité Olímpico Internacional en 2017. Del mismo modo, deben reconocerse los recursos con que instituciones como las Chivas de Guadalajara o la Universidad Anáhuac han apoyado el desarrollo de estas industrias. No obstante, aún no es suficiente.
Para transformar lo anterior, es importante impulsar un cambio de paradigma sobre éstas prácticas que comience por desmontar los prejuicios que pesan sobre ellas, Ello no implica desconocer que los videojuegos se han convertido en un mecanismo empleado por grupos criminales para atraer a nuevas víctimas o que, sin la supervisión adecuada, pueden convertirse en una actividad altamente adictiva (dos de las premisas fundamentales que quienes se oponen a este cambio), sino que nos exige abordarlas como un fenómeno social y económico complejo, con ramificaciones negativas que, en efecto, deben remediarse, pero otras que contribuyen todos los días a la generación de talento, comunidad y redes de apoyo.
En particular, estoy convencido que lo que actualmente está ocurriendo con la comunidad smashera en México puede ofrecer bastantes luces a quien, ávido de contribuir, quiera involucrarse en el reto de hacer creer los esports en México. Jugadores de todas las edades, pero mayoritariamente jóvenes, se encuentran hoy por hoy sumando su creatividad, habilidad, tiempo, presupuesto y esfuerzo para hacer realidad torneos como Smash Factor X, sin esperar mayor retribución que la de hacer posibles escenarios inolvidables para la competencia gamer. Los lazos de amistad y camaradería, la emoción que detona el deporte, la épica de la contienda y la lealtad a la trama que se ha ido tejido junto al juego son, en este escenario, una motivación que no podemos pasar por alto.
Posdata. Ojalá que este fin de semana veamos en los corredores del Pepsi Center, además del multitudinario fandom y sus notables competidores, a personas funcionarias públicas, liderazgos sociales y emisarios de la iniciativa privada arriesgándose a cambiar su perspectiva sobre los videojuegos en México y, de paso, pasándose un rato inolvidable de frente a un match que quede para la historia. Yo estaré ahí.
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