Entre el mapa y el timonel
Vivimos días de humores políticos excitados. Más allá del fervor que sigue despertando entre amplios sectores de la población la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, así como de la visceral animadversión que su gobierno genera entre grupos de oposición otrora privilegiados, lo cierto es que, conforme nos acercamos a los comicios de 2024, se percibe una creciente exaltación de las pasiones políticas que derivan de la definición el sucesor o sucesora del proyecto de nación que cobija la Cuarta Transformación.
Así pues, presenciamos una arena política inundada de lealtades cacareadas y pintorescos asaltos a las redes sociales que llaman a la ciudadanía a decantar su simpatía por alguna de las opciones vigentes. Parte de este espectáculo es un rasgo casi coetáneo de la política en la modernidad pues sirve a lo que en marketing llaman “posicionamiento”, mediante él que se busca afianzar la visibilidad de un candidato respecto al resto de las figuras en pugna en el mercado electoral. Pese a que estas estrategias están fincadas en el pensamiento técnico neoliberal, el posicionamiento parece haberse vuelto una tarea indispensable para incorporar a sectores sociales que, en circunstancias ordinarias, permanecen ajenos al acontecer político, ayudando con ello a ampliar los niveles de participación.
Sin embargo, alguna lección debe haber dejado al país el yugo de al menos dos décadas en donde la táctica publicitaria sirvió como la más importante brújula para obtener los afectos de la ciudadanía. Después de todo, desde las cándidas apariciones de Vicente Fox en sketches de horario estelar, hasta la idealización del vínculo amoroso que las televisoras ayudaron a establecer entre Angélica Rivera y Enrique Peña Nieto, las experiencias nos demuestran una y otra vez que no existen bases para suponer que lo que festeja una campaña publicitaria tiene relación con la capacidad para materializar un proyecto de nación. Ante ese bagaje de aprendizajes, ¿no valdría la pena explorar otras formas de convencer a la ciudadanía?
Esta consigna es aún más significativa entre quienes nos asumimos de izquierdas, pues la conciencia de la sujeción, la desigualdad y la exclusión que impera desde hace décadas en México y el mundo ha terminado por sembrar entre nosotros una infatigable necesidad de ir más allá de las inercias y convulsiones que cimientan el ejercicio tradicional del poder, para repensarlo en términos de la solidaridad, el bienestar y la emancipación de cualquier forma de tiranía. Es por ello que adoptar los estándares heredados por una política que aspiramos dejar atrás se nos hace contradictorio. En su lugar, cabría la posibilidad de que militancia y ciudadanía abandonen la clásica búsqueda de un gallardo quijote de los intereses populares para en cambio entregar su confianza a una agenda clara de gobierno en la que sus anhelos y preocupaciones se vean plenamente representados.
Lo anterior impone al ciudadano una responsabilidad mayúscula pues para apostar por un proyecto de nación se debe tener primero una postura bien definida respecto de las problemáticas que, como sociedad, nos condicionan y atraviesan. Es decir, debemos abandonar la comodidad de delegar al “político” la tarea de fijar el rumbo del buque y comenzar a pensar, desde nuestro propios valores y criterios, el puerto al que queremos llegar; convencernos de los programas que deseamos ver permanecer, de los derechos que necesitamos proteger, de los abusos que no estamos dispuestos a consentir y de las instituciones por las que somos capaces de luchar. Es cierto que ello nos obliga a esforzarnos para entender mejor nuestra realidad, pero sólo así podremos ver emerger campañas que apuesten por presentar un destino claro de gobierno y no sólo un eslogan pegajoso o una sonrisa editada en Photoshop.
En consonancia, es crucial que quienes aspiran a ser representantes populares resistan la tentación de centrar sus mejores esfuerzos en la construcción de una imagen personal acorde a los cánones del marketing y asuman riegos para hablar sobre el programa que van a intentar echar a andar. Desde su respaldo a la regularización del consumo de sustancias hasta su estrategia ante los reclamos de las nuevas emergencias sindicales, desde su posición respecto a la expropiación de bienes estratégicos hasta su compromiso con la reparación del daño a víctimas de violaciones a derechos humanos, las coordenadas de su proyecto de gobierno deben ser comunicadas con oportunidad y claridad, pues ello eleva nuestra democracia y ayuda a consolidar la ciudadanía.
En navegación marítima, la elección del timonel es clave para asegurar que el barco sea capaz de sortear los obstáculos que traigan tormentas y vendavales. Sin embargo, cualquier marino sabe que, por encima de esta decisión, está la de elegir un mapa que brinde certeza a la tripulación para adentrarse al mar.
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